El techo de Miguel Ángel
Blade Runner 2049 (2017)
En las orillas de Orión, a punto de ver Blade Runner 2049, un pensamiento me acecha. Es incesante. Una imagen que viene a mi memoria en forma de diálogo dentro de una de las mejores películas de todos los tiempos. Cito: -No puedo rehacer aquello que ya es perfecto. Esa plegaria nacía de un desesperado Mozart hacia un cínico y frustrado Sallieri en la cinta de Forman, AMADEUS. El genio contra sus demonios.
Tocar aquello que ya es perfecto...palabras mayores. Y entra de nuevo en mi memoria destrozos como: Indiana Jones 4, Prometheus, El ataque de los Clones...cierto es que, en ocasiones, sólo en ocasiones, la cosa ha acabado mejor de lo esperado. Así, me da por pensar en Coppola y su Padrino 2, o en el Imperio Contraataca, o en Terminator 2...y me digo: imposible. Soy negativo por naturaleza divina, mis disculpas.
Darle continuidad a la obra maestra de Ridley Scott es, como si pusieran 50 metros más de techo a la Sixtina y pidieran a Antonio López que siguiera con la faena. A ver, no va a quedar mal, pero que no va a ser lo mismo eso está más que claro. Denis Villeneuve era le opción más fiable para no arruinar lo considerado por muchos como sagrado, intocable, irrepetible lirismo. Su pulso narrativo, su dirección de actores, su cabeza, le convertían en el número uno para sortear airoso semejante hazaña. Además, tuvo los huevos de poner a Gosling como capitán del barco, una superestrella con cara de no pasar nada en los 169 minutos de metraje, la decisión más inteligente que recuerdo en mucho tiempo. Su personaje le viene como anillo al dedo: un robot que no parece hacer, ni parece sentir nada. Minipunto para el director...¿de casting?.
La película nos viene a contar un poco más de lo mismo pero con 150 millones de presupuesto. De nuevo las mismas preguntas...¿somos lo que soñamos?, ¿hay sitio para los humanos en un mundo de máquinas?...Si la cinta original trataba la búsqueda del PADRE...esta nos viene a enseñar justo lo contrario: la del HIJO. Y tras dos horas de idas y venidas jugando al despiste, aparece por fin Harrison Ford para dotar de alma, de carne y de hueso, a una historia que no parece terminar nunca. Me aburro.
Roger Deakins ganará al fin su amado Oscar por una fotografía que es alucinante. Y yo me alegro, ya se lo merecía por Skyfall. Sonido, Diseño Artístico y Efectos Visuales son sin duda, lo mejor de un film que no desmerece a su predecesora, pero que como he dicho, pues no es lo mismo. Por cierto, como he echado de menos la maravillosa partitura original de Vangelis... hasta Zimmer ha sucumbido aquí a una banda sonora que también fue tocada por los Dioses. Divina providencia.
Último apunte, salgo del cine aterrado de pensar qué será de nosotros cuando todo lo que acabo de ver se haga realidad. Cuando lleguemos a casa y la persona que nos espere sea un holograma en lugar de una persona. ¿Quién sabe?, puede que no llueva eternamente como en el universo de Scott, puede que aún haya lugar para un cielo más azul y cálido, más amable.